El artículo 24 de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad establece que los Estados deben asegurar un sistema de educación inclusivo en todos los niveles y garantizar que las personas con discapacidad tengan acceso general a la educación superior y a la formación profesional. La educación inclusiva, si bien es un derecho, requiere de una responsabilidad colectiva de parte de todos los actores que formamos parte de la sociedad, pero al día de hoy una parte de esa sociedad, todavía no tiene suficiente conocimiento sobre este tema.
El Polo Audiovisual de Merlo inició sus actividades culturales hace cinco años y sus puertas siempre estuvieron abiertas a toda la comunidad. En sus talleres y cursos participan alumnos y alumnas con capacidades distintas, que encontraron allí un espacio donde expresarse a través del cine, el teatro, el canto y la música. En esta oportunidad, pudimos dialogar con dos alumnas que concurren a las clases de teatro para adolescentes que se dictan los sábados por la tarde y también con sus familias, quienes contaron lo importante que fue encontrar un lugar donde sentirse libres y respetadas.

Martina tiene 12 años y tiene TEA (trastorno del espectro autista) y desde los 3, su familia visita diferentes especialistas para lograr un diagnóstico más específico. Forma parte del Polo desde hace un año y medio y dijo que siente que está formando una buena amistad con todos, incluso con los profes. Maite tiene 15 años y tiene retraso de aprendizaje y epilepsia y concurre al espacio desde marzo de este año. Al preguntarle qué es lo que más le gusta de las clases dijo que disfruta de los profes, porque son buena onda y la ayudan a ser mejor y sentirse libre. Las dos cuentan con el acompañamiento de sus familias, quienes mientras esperaban que finalice la clase contaron lo siguiente:
¿Cómo se enteraron del taller de teatro?
Javier Greder (Papá de Martina): Por medio de un amigo que tengo hace muchos años y que trabaja en el Polo, Hugo Armoa, me recomendó que la trajera.
Carina Maglio (Mamá de Maite): Por medio de facebook y de la página de la Municipalidad de Merlo.
¿Cómo les parece que el Polo lleva adelante la inclusión?
J: Me parece que muy bien, la gente del Polo respeta todo tipo de diagnósticos, tanto sean discapacidades físicas, como discapacidades mentales.
C: Es la primera vez que me toca vivir esto y me parece que lo llevan adelante de una manera excelente, veo que incluyen a los chicos y los mismos chicos se adaptan bien al resto de los compañeros.
¿Cómo se sienten sus hijas al ser parte del Polo?
J: Se siente muy bien, ayudada, acompañada, hizo muchas amistades. Cambió su vida desde que vinimos.
C: Se siente muy bien, se siente libre. La ayuda mucho y le encanta todo lo que sea artístico. Para nosotros es muy lindo formar parte, porque al venir acá Maite se siente muy contenida y a nosotros como familia, nos alegra mucho que se sienta bien.
¿Cómo es la relación que ellas tienen con los profes?
J: Es buena, se llevan bien, se respetan mutuamente y ella se divierte mucho con los profes.
C: Con los profes bien. Pero con los compañeros está un poco tímida por ahora.
¿Consideran que la sociedad está preparada para incluir y empatizar?
J: La verdad que no, nos falta mucho a todos para aprender a convivir con personas que son distintas. A la sociedad le falta empatía y educación, hay muy pocos programas educativos que apuntan a la inclusión.
C: Todavía no está preparada. Me parece que a la sociedad le falta informarse un poco más y tener empatía hacia las personas que tienen una capacidad diferente.
El acompañamiento familiar para con las infancias y adolescencia, es vital para su desarrollo personal y social. Y esto se refleja en cada clase que se dicta para niños y adolescentes. Sus familias los acompañan, los esperan entre mates y charlas y esta presencia hace que la familia del Polo Audiovisual de Merlo crezca cada día. Al preguntarles a Martina y Maite qué significa para ellas formar parte de este espacio cultural, coincidieron en que es un lugar donde se sienten bien y libres. Al escucharlas hablar, se podía percibir en sus caras, lo bien que les hace formar parte de actividades donde pueden expresarse con total libertad. En un mundo inundado de sobreinformación, hablar de inclusión es mucho más que escuchar y ver historias de vida en redes sociales. Es vital saber informarse bien, fomentar la capacitación de educadores y sobre todo, correrse de la zona de confort en la que se encuentra cada uno, abrir la mirada, conocer realidades sin prejuicios y ponerse en el lugar del otro. Empatizar con las personas con discapacidad y con sus familias desde el costado más humano, más allá de los diagnósticos. Si bien el Estado tiene determinadas obligaciones, la empatía es una responsabilidad colectiva de la que todos debemos ser parte.



Por Verónica Rojas.