Cuento corto sobre mascotas: los gatos

Roxana Cuadrado vive en Merlo, Buenos Aires, y participa en el Taller de Guion del POLO AUDIOVISUAL DE MERLO. Es una apasionada por la escritura, por el arte, y también por los gatos. En ese sentido ha escrito un cuento corto, basado en sus experiencias con mascotas y llevado al terreno de la fantasía.

SI YO FUERA UN GATO

Ismael es un solterón del conurbano bonaerense. Si bien es una persona cálida es muy solitario y en cierta medida, aburrido.

Es empleado público. Trabaja como un autómata en una oficina que se encarga de luz barrido y limpieza. Ismael tiene una gran afición, empatiza mucho con los gatos y en su casa tiene más de veinte. Muchos de ellos rescatados de la calle.

La máxima alegría en cada uno de sus días, es llegar a su casa, después de una larga semana de trabajo, abrir la puerta y recibir el afecto de todas sus mascotas. El ama darles su comida, brindarles atención, darles cariño. Casi sin darse cuenta, los gatos se volvieron primordiales en su vida.

Su vida solitaria, un par de desengaños amorosos, quizá lo fueron encerrando en un mundo de cada vez más pequeño. De su casa al trabajo y viceversa.

El plan de todos sus sábados es mirar alguna serie de televisión, comer una pizza, y estar rodeado de quienes nunca lo defraudaron, sus gatos.

Mientras los alimenta, cambia sus piedritas higiénicas, o le pone agua fresca, les habla, les comenta sobre la hermosa vida que tienen siendo gatos y no humanos. Nunca la pasan mal. Comen, duermen, juegan, la pasan al sol, están mimados y contenidos. Se aparean, y no se enamoran. En algún sentido, o en todos, Ismael quisiera tener la misma vida que tienen sus gatos.

Luego de hablarles, tranquilo y sentado en su sillón, come una porción de pizza, ve un capítulo de su serie favorita y, sin darse cuenta, se le empiezan a cerrar los ojos.

Uno de esos sábados, un maullido estridente lo despierta. Es uno de sus gatos machos, queriéndolo atacar. Confundido, trata de ponerse de pie, y descubre que ya no tiene sus piernas, sino cuatro patas felinas.

Corre a un espejo y se mira horrorizado. Se convirtió en un gato.

Retrocede, y de repente siente una mano humana lo levanta de su ahora cuello gatuno.  

Ismael comienza a desesperarse y se pregunta:                                                                                          

– ¿Que paso? ¿A dónde me llevan?

Una caja transportadora de animales, es la inmediata respuesta.

Es trasladado a un consultorio veterinario, donde una señora vestida de azul, lo quiere inyectar ni bien lo sacan de la gatera. El la muerde y se escapa del lugar, salta por una ventana y corre como loco hacia el exterior de la veterinaria.

Aturdido, cruza una calle y casi es atropellado por un automóvil que lograr frenar a tiempo.

Sigue corriendo, cree saber dónde se encuentra su casa, pero lo comienzan a correr dos furiosos perros de la calle. Intentando salvar su vida se trepa a un árbol y queda asombrado de su destreza como gato.

Se queda en el árbol, esperando a que los perros se retiren, pero no lo hacen. Decide caminar por una rama del árbol y saltar hasta el techo de una casa. Pero calcula mal y cae en un balde de agua, ubicado en el jardín de una casa.

Justo en ese momento, Ismael se despierta bañado en un sudor frío. Se encuentra acostado en su cama.

Palpa su cuerpo, todo fue un sueño.

Mientras bebe un café, le da de comer a sus gatos. Los mira y les dice: “Creo que me confundí con ustedes, todos tenemos problemas. Lo importante es… seamos gatos o humanos, valorar la vida”.

Autora: ROXANA CUADRADO